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El repiquetear de los pirinchos,
que se estrella contra las hojas
de mi ventana
sonido ancestral
que empuja un horizonte
cielo adentro,
donde el silencio de la madrugada
es invocado por las ramas de los árboles
que se funden entre las primeras heladas,
que aún no han llegado,
pero se ven a lo lejos.
Tan lejana es la pena
que no parece nuestra.
Pero tan fría es la mañana,
que lejanos suelen ser nuestros corazones.
Así vino la milonga,
escudo de un facón oxidado.
Con las manos en la tierra
me dio su calor.
Porque yo no viví el rigor
de mis ancestros.
Estoy lleno de calores
Aún así, tan mía siento esa pena,
que es mi anhelo
congregarme a la soledad
de ese lejano horizonte.
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Mudanza y adelanto de nueva novela
Hace 2 años
Realmente te pasaste hermano, me llevo esto de recuerdo:
ResponderEliminarTan lejana es la pena
que no parece nuestra.
Pero tan fría es la mañana,
que lejanos suelen ser nuestros corazones.
Grande!
gracias mano!
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